Últimamente el mundo del yoga se ha vuelto tan comercial e interesado como cualquier sistema creado para atraer a un público que precisamente, e incluso sin saberlo, busca salir de ese mercantilismo. En las redes sociales creamos grupos de yoga, no para exponer sus enseñanzas y enriquecernos al compartir conocimientos, sino para publicitar nuestras actividades e intentar un máximo de rendimiento económico. Además la mayoría de clases, talleres y cursos de yoga se han olvidado de las bases que han construido el yoga y que es lo que en su día atrajo a la mayoría de nosotras\os a dedicar nuestra vida a su práctica y enseñanza. En estos días mezclamos churras con merinas y combinamos distintos métodos para poder poner nuestro nombre a un sistema que podamos registrar.
Buscando refinar nuestro ego, lo hemos agigantado en nuestra vanidad espiritual.
Sin apenas saber nada por experiencia propia, decimos a los demás lo que tienen que ver o sentir.
Pero quizá todo esto sea un tramite necesario. Puede que sea necesario que el yoga se convierta en una simple moda, un entretenimiento más con el que podamos potenciar nuestros deseos y emociones para hundirnos aún más en ese apego a la inercia de la búsqueda de la comodidad, de los anhelos y esperanzas.
Porque ya sabemos que el yoga es una ciencia, la ciencia de la mente y del cuerpo, y, por tanto, también una filosofía. Pero es una filosofía en un lenguaje antiguo que no entendemos. Es una filosofía que nos dice que el yoga no es un acto de magia que cura enfermedades. Ni es un conjunto de relatos surrealistas de lunas azules, lagos cristalinos, bosques brumosos y unicornios, como tampoco es realizar ejercicios acrobáticos y contorsiones imposibles. El yoga no trata de adular y engrandecer los egos o engancharlos a las emociones sino de llevarlos a su origen.
El yoga nos habla de purificación, de descorrer el velo, de ver la transitoriedad de las cosas, de percibir la dualidad y vivir en ella con desapego. Pero en este mundo nuestro esta filosofía no es apropiada. ¿Quien quiere una medicina amarga y desagradable?, algo que cambia nuestro estado actual, lo que somos lo que queremos ser. No, la mayoría de nosotras/os no queremos cambiar, lo que queremos es que cambien las cosas, que cambien los demás.
Aunque a lo mejor tu eres tan rara o raro que si, quieres cambiar. A lo mejor estas harta/to de ti y de tus formas de pensar y actuar, cansada/do de tus recaídas, de tus enojos. Si es tu caso, si no eres tan ingenua como para creer ser un alma elevada que va a ayudar a los demás con sus vibraciones, energía, luz y amor, quizás tú si seas ejemplo de yoga.
El Bhagabad Gita describe dieciocho tipos de yoga. Puede resultar curioso que uno de los textos más importantes sobre el yoga dedique su primer capítulo a vishada yoga, el yoga de la depresión. Cuando una persona está deprimida, no siente esperanza. No quiere trabajar, estudiar, ni hablar, y todo le parece vano y desfavorable. ¿Qué dice Arjuna en el primer capítulo del Bhagavad Gita? “El arco se escapa de mis manos, estoy bañado en sudor, no me tengo en pie, la cabeza me da vueltas, todo me parece negativo” (1:30, 1:31):
Gaandeevam sramsate hastaat tvak chaiva paridahyate;
Na cha shaknomyavasthaatum bhramateeva cha me manah.
Nimittaani cha pashyaami vipareetaani keshava.
Estos son los síntomas de la depresión, para los que la medicina moderna recetaría un montón de drogas. Muchos/as dirían que este estado es muy negativo, una gran perdida de energía. Sin embargo, como indica el Gita, es el primer paso de la práctica del yoga. El primer atisbo de sabiduria. Serge Vallade dice: «Cuando no nos aguantamos a nosotros mismos es cuando se puede avanzar.» La famosa noche oscura de Juan de la Cruz. Noche oscura para nuestra mente acostumbrada a los placeres, adulaciones y recompensas. Pero la noche más luminosa e importante para quien desde el fondo del pozo en el que ha caído, puede tomar impulso y salir de esa energía pesada del halago a los sentidos. Pero esto no es bonito ni evocador, no eleva, no desata emociones, así que no lo tratamos con nuestros alumnos. Fácil.
Pero piensa porque empezaste a practicar, quizás fue como la mayoria de la gente, por una manera de mantenerte en forma o para relajarte, o por curiosidad. Pero busca un poco más adentro y recuerda que te animó, que sentiste cuando empezaste a practicar, que te llevó a dedicar tu vida al yoga. Percibiste el cambio ¿verdad?, como si el ruido de fondo de tu vida se fuese aislando y reconocieras ese silencio envolviéndolo todo y empezaras a restar importancia a las cosas que antes te parecían tan serias, tan reales, tan dolorosas. Ahora todo se ha vuelto más sencillo.
Ahora si tu no quieres, ya no te pueden engañar las sutilezas. Ahora tienes esa experiencia directa necesaria a través de la cual puedes enseñar, con sencillez, desde abajo, lo que el yoga te ha dado. Incluso, ahora es cuando puedes entender el yoga y hacer tuya su filosofía, comprender su significado, sus giros, su argumento y de esta forma dárselo a tus alumnos con el desapego de ese lenguaje sin palabras de tu cuerpo en cada postura, en cada respiración, en cada situación.
Quiza necesitemos formar parte de este supermercado espiritual, pero no te dejes llevar por esta corriente consumista que acabará por consumirse, No pasa nada por ganarse la vida con el yoga, pero no te olvides de su filosofía. Respeta el yoga, no quieras embellecer o adornar sus enseñanzas, por dinero.
Porque el yoga no trata de ATRAER y VENDER, sino de SER y DAR.
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