En esta semana con la entrada de la primavera hemos hablado en clase de lo que simboliza esta estación que nos trae y recuerda esa capacidad de la naturaleza de renovarse, de desechar lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo. Por contra y desde hace unos años también es el momento de las alergias. Alergias que cada vez son más numerosas, más fuertes y más comunes.
Hay una explicación muy interesante que ofrece B.K.S. Iyengar sobre esto. Nos dice que el ser humano es la especie que tiene la mayor capacidad de adaptación al medio. Y es cierto; yo no conozco ningún bicho viviente que pueda habitar en climas tan dispares como el invierno ártico o el verano sevillano. Iyengar añade que esta capacidad humana está siendo reducida porque en los últimos 30 años si tenemos frío en casa ponemos la calefacción a 30 grados, y si tenemos calor a 16 y nos ponemos una rebequita. Si tenemos que desplazarnos un kilómetro cogemos el coche. Si nos apetece comer cualquier cosa aunque no sea de temporada o se cultive al otro lado del mundo, la compramos en el supermercado. Nuestro calzado es tan cómodo que el arco de los pies se están hundiendo por debilidad, de hay, tanta fascitis plantar.
En vez de emplear nuestra capacidad de adaptación, hemos adaptado el medio en pro de nuestra comodidad. Hemos modificado, tratado, inyectado, combinado los recursos para mejorar la producción pero empeorar la calidad, para crear más riqueza y también más desigualdad. Con la capacidad de adaptación mermada ¿cómo no va a haber más alergias, más intolerancias?. La palabra śanti y la palabra kśanti comparten raíz. Mientras śanti es traducida como paz, kśanti equivale a tolerancia, a acomodar. Cuando la capacidad de adaptación se resquebraja por los raga-dvesas, nuestros gustos y aversiones, surge la intolerancia, porque el mundo y las personas que nos rodean no pueden ser o cambiar a nuestro antojo o deseo. Cuando la tolerancia se presenta perdemos la paz porque esa intolerancia no la desarrollamos solo hacia el entorno sino, y sobretodo, hacia nuestro personaje. Achacamos las situaciones difíciles a nuestro errar, nos culpamos de nuestras reacciones, nos rebozamos en nuestros complejos. Como las cosas no salen como deseamos nos frustramos y así no hay dios que viva en paz. Recobrar nuestra paz, nuestra tolerancia pasa por reafirmar nuestra capacidad de adaptación, nuestra capacidad de aceptar, de respirar. Entender que el mundo y sus variables no están en nuestro poder, que el azar no existe y tampoco la casualidad, que lo que nos llega tiene un porque y es que puedas avanzar. No confundas aceptación con pasividad o resignación. Porque en la prueba esta la enseñanza, en el esfuerzo el crecimiento, en la dificultad la paz.
Cada āsana te ofrece un estímulo diferente, una dificultad dinámica. Entrena tu mente con la práctica. Acepta tus limitaciones mientras, con respeto, intentas mejorar la alineación, la percepción, el equilibrio. Deja que tu respiración te guíe. El elemento aire ayuda a limpiar, a liberar, a soltar. Emplea tu respiración en airear esos espacios rancios, anticuados y apegados que taponan tu mente. Respira en paz.
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