Cuando Indra se dio cuenta de que el sacrificio que le iban a ofrecer los habitantes Vrindavan había sido detenido por Kṛṣṇa, se enojó. Ordenó a Samvartaka (nube de la devastación) que pasara por encima de Vrindavan e inundara toda la zona con una fuerte lluvia.
Ordenadas por el rey Indra, todas las peligrosas nubes aparecieron sobre Vrindavan y comenzaron a verter agua incesantemente, con toda su fuerza y poder. Hubo relámpagos y truenos constantes, soplando un fuerte viento y una lluvia como cortina de agua..
Todos los habitantes de Vrindavan se dirigieron a donde se encontraba Kṛṣṇa y se refugiaron a sus pies. Kṛṣṇa inmediatamente levanto la colina Govardhana con una mano y pidió a todos que se unieran bajo el paraguas de la colina Govardhana junto con sus propiedades y animales. Durante siete días permanecieron allí sin verse afectados por el hambre, la sed o cualquier otra molestia. Indra se sorprendió al ver al niño pequeño Kṛṣṇa sosteniendo la colina Govardhana en su dedo meñique y protegiendo Vrindavan de las devastadoras lluvias. Inmediatamente llamó a todas las nubes y les pidió que desistieran. El cielo se despejó por completo y amaneció de nuevo, el fuerte viento se detuvo. Todos los habitantes de Vrindavan salieron de debajo de la montaña y Kṛṣṇa la colocó en su lugar.
Indra se dio cuenta de su mal comportamiento y se postro ante los pies de Kṛṣṇa y ofreció sus oraciones.
La palabra Indra viene de indriya, los sentidos. La mayor parte de nosotros dejamos que los indriyas nos gobiernen. Hacemos todo lo posible para su gratificación. Somos esclavos de nuestros sentidos. Nos inundan con todo tipo de estímulo.
Kṛṣṇa es nuestra esencia, nuestra naturaleza, nuestra conciencia. Govardhana es la columna vertebral. Cuando nuestra atención va hacia la columna vertebral y la respiración, los objetos externos de los sentidos dejan de tener tanta influencia sobre nuestra mente y sus cualidades (los habitantes de Vrindavan). Cuando comenzamos una práctica espiritual parece como si todo se rebelara para impedirnos avanzar. Nos sentamos a meditar y aparece una lluvia de estímulos a nuestro alrededor que ahoga la serenidad que brinda la meditación. Si mantenemos nuestra atención en la columna vertebral y respiramos durante unos minutos en cada unos de los centros de la columna vertebral (los 7 centros: coxis, sacro, lumbar, dorsal, cervical, interior de la cabeza y fontanela) la fuerza de los sentidos va amainando, lo que facilita la interiorización, desarrolla la ecuanimidad. Los sentidos se postran ante Kṛṣṇa.
Interacciones del lector